Más sobre el formidable Sucksdorff

El mes pasado saludábamos aquí el desembarco en el catálogo de cine de Netflix de un buen puñado de títulos suecos de todas las épocas, algunos con más de cien años de existencia. Y recomendábamos muy especialmente la sublime Det stora äventyret (1953), de Arne Sucksdorff. El bloguero se la ha tragado ya tres veces y sus beneméritos efectos, de puro colocón, suben como una espuma celestial. Ahora mismo no dudaría en incluirla en una eventual lista de, pongamos por caso, las dos mejores docenas de películas de la historia. Su hechura no es inferior que las de La regla del juego (1939), Amanecer (1927) o El gatopardo (1963). Cualquier pupila mínimamente limpia convendrá en que Det stora äventyret es de las obras que justifican que el cine es un arte mayor; transmite vida y belleza, describe con claridad el mundo y la naturaleza, donde todo vibra y embruja: un pequeño zorro, un niño asilvestrado, las gotas del rocío…

Netflix ha ido incorporando cada semana, y ya van cuatro, otras muchas películas de nacionalidad sueca. Y este miércoles día 10 de marzo ha estrenado, feliz regalo, otro largometraje de Sucksdorff, En djungelsaga (1957), el que en su filmografía sigue a Det stora äventyret. Otra gema preciosa, ahora en color y formato panorámico Agascope. Como antes o después otras distinguidas miradas occidentales (Renoir, Rossellini, Ivory o Malle), Sucksdorff cae rendido ante la fascinación de la India explorando la vida, costumbres, creencias y ritos de un pueblo indígena. Aunque adopta las formas del documental divulgativo, hay mucho de representación y puesta en escena, que acerca la obra al cine de aventuras con tema concreto (la caza del leopardo) y un clímax final tenso en las rocas y el río digno de un western de Boetticher. La banda sonora es del maestro Ravi Shankar. En cualquier caso, En djungelsaga no es un capricho de artista, sino un filme nacido de las entrañas de su autor, comprometido moralmente con lo que cuenta. Sucksdorff convivió con los habitantes de la aldea durante seis meses, para comprender, integrarse, fundirse en ella. E invirtió luego dos años en el rodaje. Hay algo en su espíritu que lo hermana con el de Jean Rouch.

El uruguayo (y durante un largo tiempo barcelonés) Homero Alsina Thevenet fue un brillante crítico de cine e historiador de larguísima trayectoria, riguroso, meticuloso, muy documentado. Como todo quisque que ponga todas sus tripas y su pasión incendiaria en el oficio, tenía sus filias y sus fobias, y podías no estar de acuerdo con él muchas veces, por muy argumentados que fueran sus razonamientos, que lo eran. Entre los cineastas clásicos americanos, admiraba por encima de todos a William Wyler, y esa admiración le podía llevar a escribir que “en La loba, aun siendo teatro adaptado, hay más y mejor cine que en veinte películas de Hawks, Preminger, Donen o Sirk”, afirmación a todas luces exagerada. El caso es que a Alsina Thevenet le chiflaba Sucksdorff. A modo de cierre, un fragmento de su elogioso comentario de En djungelsaga cuando se presentó en Montevideo: “Todo momento de pausa y expectativa, toda la acción acumulada, todo lo que atrapa al espectador en el asunto, está compuesto por el realizador a base de intercalación y de acumulación: aquí un niño que mira lo que hacen sus mayores, allá un ruido denunciatorio en la maleza, más allá un animal que se sorprende. La construcción es el arte magistral de Sucksdorff, y si el espectador se conmueve ante la amenaza de la tormenta o ante la riesgosa cacería del tigre, es por la sucesión de elementos con que el director le hace entrar en esa espera, por la sugerencia de un detalle visual o sonoro. En un momento en que tanta gente está haciendo cine documental, con la variada preocupación del exotismo, de la precisión fotográfica o de la importancia del tema, la gran lección de este filme es la del lenguaje cinematográfico, la del dominio del tiempo narrativo, la de la minuciosa recreación de la naturalidad. El que no entienda ese arte de Sucksdorff no debiera comprarse una cámara y puede conformarse con admirar desde fuera a este filme magistral”.