Isasi

Un día de primavera de 2005, Roc Villas, a la sazón director de la Filmoteca de Catalunya, me invitó a comer, me informó de la próxima aparición de una colección de libros que, bajo el título de Cineastes y en versión trilingüe (catalán, castellano, inglés), repasaría la vida y obra de artistas importantes de la industria catalana y me propuso la escritura del primer número. Villas tenía ya en mente media docena de cineastas candidatos a descorchar la colección y me dio a elegir. Cuando oí el nombre de Antonio Isasi-Isasmendi, no dudé un segundo: “¡éste!”. Quizás fui algo osado, o imprudente, en tanto que de la obra completa de Isasi conocía únicamente sus últimos seis largometrajes, que me gustaban mucho, pero lo ignoraba todo de los precedentes, nada menos que diez. Sin embargo, el olfato me decía que había en ellos un yacimiento de muy buen cine. Felizmente, el olfato no falló: Isasi es un realizador purasangre, de talla gigantesca. Ver una y otra vez, en orden cronológico, sus películas, escribir el libro y conocer personalmente y bastante a fondo al autor (hombre cordial y generoso, excelente conversador con memoria de elefante) fue y sigue siendo una de mis experiencias profesionales más gratas y enriquecedoras. El libro apareció en octubre de aquel año y, cuatro más tarde, en octubre de 2009, coincidí de nuevo con Isasi en el festival de Sitges, que lo homenajeaba con la proyección de El perro (1977). Me pidieron un artículo para el diario del festival, que a continuación reproduzco traducido del catalán:

«Una imagen emblemática del sueño americano es la del niño que vende diarios por las calles y, con el tiempo, llega a presidente de los Estados Unidos. Un niño vendiendo diarios aparecía en El pequeño lord, el filme de John Cromwell de 1936. ¿Saben quién dobló al castellano la frase de aquel mocoso? Pues un jovencito Antonio Isasi-Isasmendi. Fue un hecho accidental (a los estudios de doblaje de La Voz de España, en la Avenida del Tibidabo, les faltaba una voz, y allí estaba Isasi, acompañando a su madre, que trabajaba en la empresa) pero, si añadimos el oficio de Isasi en aquellos días de posguerra (vendedor de golosinas en salas de cine barcelonesas), anuncia poéticamente la consumación de un sueño parecido: Isasi no llegaría a presidente, pero sí a ser uno de los mejores cineastas del estado español de todos los tiempos.

De los bombones, Isasi pasó a la sala de montaje, donde aprendió el arte de narrar. Y de montador dio el salto a guionista y director. En 1954 realizó Relato policíaco, un thriller de serie B que ya denota el gusto por el cine de género, a la americana. Un año más tarde dirigía una de las obras más ignoradas (a la vez que mejores) de su filmografía, La huida, sorprendente road movie filmada en Italia, Montecarlo y Francia que destila una frescura inédita y (no es broma) anticipa lo mejor del cine moderno: Antonioni, la nouvelle vague

Y de aquellas fechas hasta 1988 (El aire de un crimen, su voluntario adiós) nos obsequió con filmes extraordinarios: cintas de bandoleros con aromas de western (Diego Corrientes, Sentencia contra una mujer), un melodrama localizado en la guerra civil (Tierra de todos), una comedia endiabladamente dinámica y divertida (Vamos a contar mentiras), una de capa y espada (La máscara de Scaramouche), cine de acción cosmopolita (Estambul 65, Las Vegas 500 millones, Un verano para matar) y rarezas tan estimulantes como Pasión bajo el sol, Rapsodia de sangre o la soberbia La mentira tiene cabellos rojos. Un diluvio de cine-cine, desprovisto de mensajes y retórica, musculoso y tremendamente físico.

De estos rasgos da perfecta cuenta su penúltimo título, El perro, con el que el festival rinde hoy homenaje a Isasi. Es una fábula política pero, obviamente, no es el aparato ideológico lo que interesa a Isasi, sino la acción, el movimiento, la aventura del héroe, el mordisco del perro. Como ejercicio de estilo, lo podríamos comparar con el primerizo Spielberg de El diablo sobre ruedas. Y con este símil entre maestros (¡y un brindis por el más veterano de ellos!) acabamos.»

Descanse en paz el amigo Isasi.